La atención anestésica de pacientes con enfermedades preexistentes representa un desafío clínico frecuente y complejo en la práctica diaria. El envejecimiento poblacional, junto con el aumento en la esperanza de vida de pacientes con enfermedades crónicas, ha incrementado la incidencia de individuos con múltiples comorbilidades que requieren intervenciones quirúrgicas. Por ello, es fundamental que el anestesiólogo realice una evaluación preoperatoria integral, individualice el manejo anestésico y colabore estrechamente y de forma multidisciplinaria con el resto del equipo para garantizar una atención segura y eficaz.
Evaluación preoperatoria
El primer paso en la atención de estos pacientes es una valoración preoperatoria detallada. Esta debe incluir:
· Historia clínica completa, con énfasis en las enfermedades cardiovasculares, pulmonares, renales, endocrinas y neurológicas.
· Evaluación de la medicación habitual, identificando fármacos que deben mantenerse, suspenderse o ajustarse.
· Pruebas complementarias dirigidas según la patología de base y el tipo de cirugía programada.
El objetivo es estratificar el riesgo anestésico y planificar una estrategia perioperatoria que minimice las complicaciones.
Enfermedad cardiovascular
Los pacientes con cardiopatía isquémica, insuficiencia cardíaca o arritmias requieren una monitorización estricta y, en muchos casos, optimización médica antes de la cirugía. La elección de la técnica anestésica debe orientarse a mantener la estabilidad hemodinámica, evitar la isquemia miocárdica y minimizar el estrés quirúrgico. Se debe tener especial precaución con el uso de fármacos que afecten la contractilidad o el tono vascular.
Enfermedad respiratoria
La EPOC, el asma y otras enfermedades pulmonares crónicas aumentan el riesgo de complicaciones respiratorias postoperatorias. La evaluación preoperatoria debe incluir una espirometría cuando sea necesario y una valoración de la oxigenación basal. La anestesia regional puede ser preferible cuando está indicada, para reducir la necesidad de ventilación mecánica. Además, deben tomarse medidas para optimizar la función pulmonar, como broncodilatadores, fisioterapia respiratoria y cese del tabaquismo.
Enfermedad renal
La disfunción renal afecta la farmacocinética de numerosos anestésicos y aumenta la sensibilidad a sus efectos. Es esencial ajustar las dosis de medicamentos, evitar agentes nefrotóxicos y controlar estrictamente el balance hídrico y electrolítico. En pacientes en hemodiálisis, la planificación del momento de la diálisis en relación con la cirugía es crucial.
Diabetes mellitus
El control glucémico estricto en el perioperatorio es fundamental para reducir el riesgo de infecciones, retraso en la cicatrización y eventos cardiovasculares. Se debe individualizar el manejo de la insulina y antidiabéticos orales, vigilando la glucemia de manera continua durante el procedimiento. Asimismo, hay que considerar la posibilidad de neuropatía autonómica, que puede alterar la respuesta a la anestesia.
Enfermedades neurológicas
Pacientes con enfermedades como epilepsia, enfermedad de Parkinson o miastenia gravis presentan retos particulares. Es imprescindible mantener el régimen de medicación neurológica habitual, evitar interacciones farmacológicas y seleccionar anestésicos que no exacerben la patología subyacente. En casos de miastenia, por ejemplo, se debe extremar la precaución al manejar relajantes neuromusculares.
Enfoque multidisciplinario
La colaboración con otros especialistas (cardiólogos, neumólogos, nefrólogos, endocrinólogos, etc.) permite un enfoque más seguro y efectivo. Las discusiones preoperatorias en conjunto pueden anticipar complicaciones y establecer estrategias claras de manejo postoperatorio.
Conclusión
La anestesia en pacientes con enfermedades preexistentes exige una preparación cuidadosa, conocimiento profundo de la fisiopatología y una actitud proactiva para prevenir complicaciones. La individualización del plan anestésico y el trabajo en equipo son pilares fundamentales para ofrecer una atención segura y de calidad. En última instancia, el objetivo es, no solo lograr una intervención quirúrgica exitosa, sino preservar la salud y funcionalidad del paciente a largo plazo.