En el quirófano, la ciencia y la técnica conviven con algo menos visible, pero igualmente determinante: la comunicación. El momento previo a la inducción anestésica es uno de los más vulnerables para cualquier paciente. El entorno desconocido, la pérdida de control y el temor a la inconsciencia generan una ansiedad que, si no se aborda, puede afectar la experiencia global del procedimiento. En ese contexto, las palabras del anestesiólogo tienen un poder terapéutico real. Saber qué decir y cómo decirlo no solo tranquiliza al paciente, sino que también mejora la relación de confianza y favorece la estabilidad fisiológica durante la inducción.
La ansiedad preoperatoria: un fenómeno clínico subestimado
Diversos estudios han demostrado que la ansiedad preoperatoria afecta entre el 60 % y el 80 % de los pacientes quirúrgicos. Sus manifestaciones van desde la inquietud leve hasta el pánico, e incluyen taquicardia, hipertensión, hiperventilación y resistencia al procedimiento. Aunque las benzodiacepinas y otros fármacos sedantes son útiles, la comunicación efectiva puede ser igual o más poderosa para reducir la tensión emocional.
El anestesiólogo, como figura que acompaña al paciente justo antes de “perder el control”, ocupa un lugar privilegiado para influir positivamente en su estado emocional. Las palabras correctas, pronunciadas en el momento preciso, pueden transformar el miedo en confianza.
Comunicación anestésica: más que información, contención
La entrevista preanestésica es el primer paso para establecer una conexión terapéutica. Explicar con claridad, escuchar sin interrumpir y responder con empatía son estrategias que fortalecen el vínculo médico-paciente. Sin embargo, el instante previo a la inducción es un momento aparte: el lenguaje debe ser breve, positivo y tranquilizador.
Algunas frases que han demostrado tener un impacto emocional favorable, admitiendo variaciones al adaptarlas al estilo personal de cada profesional, por supuesto, incluyen:
- “Voy a estar con usted todo el tiempo.”
- “Nada va a pasar sin que yo lo sepa.”
- “En unos segundos va a sentir sueño, y cuando despierte, ya habrá pasado todo.”
- “Estamos aquí para cuidarlo.”
- “Respire tranquilo, está en buenas manos.”
Estas expresiones sencillas transmiten presencia, control y seguridad, los tres pilares que el paciente necesita percibir antes de dormirse. No se trata de repetir frases hechas, sino, como hemos dicho anteriormente, de adaptarlas con autenticidad al contexto y al tono de cada individuo.
El lenguaje no verbal: la anestesia silenciosa
Tan importante como las palabras es la forma en que se comunican. El tono de voz, la postura, la expresión facial y el contacto visual conforman un lenguaje silencioso que el paciente interpreta inconscientemente. Un tono pausado, una mirada empática y una actitud calmada son señales que reducen la activación simpática y favorecen la confianza. Incluso pequeños gestos —como ajustar una manta, sostener la mano o esperar unos segundos antes de colocar la mascarilla— pueden marcar la diferencia.
La calma del anestesiólogo es contagiosa: el paciente percibe su serenidad como una garantía de control. Por el contrario, el nerviosismo o la prisa transmiten inseguridad, aunque las palabras sean correctas.
La congruencia entre lo que se dice y cómo se dice es la verdadera clave.
Beneficios clínicos de la comunicación empática
Más allá del bienestar emocional, la comunicación efectiva tiene consecuencias fisiológicas y clínicas. Estudios en psicología médica y anestesiología han demostrado que los pacientes tranquilos requieren menos dosis de ansiolíticos y anestésicos, presentan menor respuesta adrenérgica y tienen una recuperación más rápida en el postoperatorio.
Además, la confianza establecida antes de la anestesia disminuye la incidencia de recuerdos intraoperatorios, mejora la cooperación en la analgesia postoperatoria y aumenta la satisfacción general con el procedimiento. En otras palabras, una comunicación empática es también una herramienta de seguridad anestésica.
Formar anestesiólogos con inteligencia emocional
La formación en anestesiología tradicionalmente se ha centrado en la técnica, la farmacología y la fisiología. Sin embargo, el futuro de la especialidad exige integrar competencias comunicacionales y de inteligencia emocional. Aprender a leer el lenguaje corporal del paciente, anticipar su ansiedad y responder con empatía, son habilidades tan valiosas como dominar un bloqueo regional o un algoritmo de vía aérea difícil.
Incorporar talleres de comunicación en los programas de residencia y fomentar la autoevaluación del trato con los pacientes, debería ser parte de la educación continua del anestesiólogo moderno.
Por lo tanto…
Justo antes de dormir, el paciente entrega al anestesiólogo lo más frágil que tiene: la confianza. En ese instante, las palabras se convierten en un puente entre la conciencia y la inconsciencia, entre el miedo y la calma. Decir lo correcto, de la forma adecuada, es una intervención tan precisa como la administración de un fármaco.
Porque más allá de la farmacología y la tecnología, la verdadera anestesia comienza con la empatía. Y a veces, una frase serena dicha con convicción puede ser la dosis perfecta de tranquilidad antes del sueño controlado.
REFERENCIAS:
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